martes, 11 de noviembre de 2008

Deja que la sangre corra caliente, viscosa… Y se moldee en extrusión por tus venas.
Permite que de tus resecos labios salga un grito estentóreo, que hilvanado por el punzante dolor que activa tu cerebro y tus sentidos. Retumbe por todo el bosque mientras arden fatuas hogueras alrededor.
Como es que sigues preguntándote por que estas ahí…
Que jactancioso beneficio saca tu carne débil de todo lo hecho hasta ahora, si sufres cada pesadilla una y otra vez.
Pregúntate si alguna vez conociste la felicidad o por el contrario no fue mas que un arduo sentimiento de bienestar egoísta, efímero, perentorio...
Ahora debemos detenernos, hacer una breve pero lógica parada de reflexión. Extrapolar nuestra imaginación mas allá de donde las cosas dejan de serlo y no hay ni olores ni sabores, donde reina una paz asfixiante y tediosa.
Allí nos dirigimos sin duda tu yo y todos los demás… Allí donde nada se siente donde no hay ni dolor ni placer ni sueños ni alegrías donde el polvo se funde con los diamantes y la carne es insustancial e irreconocible.

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