miércoles, 3 de noviembre de 2010

El laboratorio Cap. 4



La noche cayó lenta e inexorablemente sobre la ciudad y de nuevo los árboles se iluminaron y se encendieron las farolas. La Navidad invadía cada rincón aún a pesar de las desafortunadas circunstancias y aunque sobre la ciudad flotase el siniestro aroma del desastre, ciertas cosas nunca podrán cambiar.
La cena en casa de Dora transcurrió en silencio y sin sobresaltos, parecía que todo el mundo se había quedado mudo de repente. Nadie parecía querer opinar sobre los extraños sucesos acaecidos recientemente. Todos Apuraban cada bocado evitando miradas comprometedoras que empujasen al dialogo. Cuando la cena hubo terminado sus padres y su hermano se retiraron a sus respectivas habitaciones sin decirse una sola palabra, Dora por descontado luchaba por esconder sus miedos e incertidumbres. Poco tardaría todo el mundo en dormirse y ella debería salir a buscar a su amigo armándose de todo el valor que pudiese. Sus deseos no tardaron en hacerse realidad, poco a poco todas las luces se fueron apagando y la oscuridad invadió cada rincón de la casa. Dora esperó un poco antes de saltar por la ventana de su habitación, tenía que asegurarse de que todos dormían o su plan fracasaría sin remedio. Entonces y sólo cuando estuvo segura de que podría salir sin llamar la atención, abrió lentamente la ventana y se asomó con mucho cuidado. Podría saltar sobre el tejadillo del porche pero tenía que hacerlo con ligereza y en silencio o el ruido despertaría a todo el mundo. Dora sacó primero una pierna y luego la otra, apoyando los pies sobre una pequeña cornisa exterior y agarrándose con ambas manos a los extremos de la ventana. Entonces y sin pensárselo demasiado saltó sobre el pequeño tejadillo rodeado de Columnas que cubría la entrada de su casa. La joven tuvo que agarrarse a un farolillo que colgaba de una de las paredes para evitar caerse, pero nuevamente efectuó un ágil salto cayendo con cierta violencia sobre el jardín de su casa. Silenciosa y sin más preámbulos cruzó con rapidez la valla y salió a la calle.
Era una oscura y fría noche invernal. Las calles desiertas parecían observar vigilantes cada paso de nuestra joven protagonista, que de cuando en cuando, lanzaba escrutadoras miradas a su alrededor haciendo evidente el miedo que sentía. Dora caminaba con paso apurado y nervioso mientras comprobaba el interior de su mochila. Una linterna, cerillas, la navaja multiusos de su padre, algo de comida para sus amigos, botiquín y una cuerda. Había pensado en todo. La joven apuró todavía más el paso y abandonó rápidamente la ciudad internándose en el bosque. No tardó demasiado en encontrar el sendero que conducía al viejo laboratorio y comenzó a subir con rapidez montaña arriba.
El bosque que rodea a Malamuerte es basto y muy frondoso, por la noche el viento se cuela entre los árboles cubiertos de nieve creando toda clase de extraños sonidos. Y con frecuencia pueden escucharse a lo lejos Los tristes y a la vez aterradores aullidos de los lobos muy abundantes en este lugar y que comparten su hogar, con gran número de osos y demás alimañas que hacen de este bosque resulte peligroso para cualquier persona. Dora caminaba asustada y nerviosa; a cada paso que se internaba más y más en el bosque su inquietud iba aumentando. De cuando en cuando miraba a su alrededor creyendo escuchar el trepar de algún animal que acechaba cerca de ella. Tardó poco menos de una hora en llegar a la cima deteniéndose justo en frente al lugar que todo Malamuerte temía, “el viejo laboratorio.”

2 comentarios:

La Dame Masquée dijo...

Tengo la impresion, monsieur, de que un botiquin poco le va a solucionar para lo que se va a encontrar. Pero de algo servirá, espero.

Feliz tarde

Bisous

Sir John Carrington dijo...

Gracias Madame por escribir, ademas siempre con mucho ingenio tengo que admitir, feliz tarde y como siempre se despide usted bisous.