jueves, 2 de septiembre de 2010

El Laboratorio Cap. 5

La luz de la luna resbalaba tenuemente sobre las paredes completamente lisas del gigantesco edificio causando un insólito y siniestro contraste de luces y sombras. Erguida por manos desconocidas y ubicada en medio de ninguna parte, aquella, por lo menos singular construcción parecía albergar terribles deseos para todo aquel que osase adentrarse en su interior. Dora se quedó allí plantada completamente pasmada delante del edificio. Debatiéndose entre el miedo que sentía y la admiración que a la vez suscitaba en ella aquel lugar olvidado de la mano de Dios. Estuvo un buen rato observándolo Intentando estudiar su desusada forma y el carácter complejo y a la vez simplista que sus constructores imprimieron sobre sus paredes. El edificio tenía forma de pirámide escalonada y constaba de tres pisos. El primero era el más ancho de los tres y suponía una perfecta base sobre el que descansaba un segundo piso mucho más alto y estrecho que el anterior. Este último enfilaba hacia un tercero que se erguía apuntado y desafiante. Algo verdaderamente extraño llamó la atención en Dora. Que se acercó con lentitud posando su mano sobre la pared y acariciándola suavemente. Esta parecía lisa vista desde lejos, pero sus constructores habían esculpido sobre ella un universo cíclico e ininteligible de extraños signos que poblaban las paredes repitiéndose constantemente como si formasen un inmenso postulado o una amenaza escondida bajo un arcano idioma ancestral.

Dora rodeó el edificio intentando buscar una puerta o algo similar por donde poder entrar pero para su sorpresa constató que aquel lugar carecía de entrada o al menos esta no era visible. Las cosas se torcían cada vez más y a nuestra amiga se le acababan las opciones y la imaginación. Su ánimo Alcanzaba ahora una tesitura inquietante y la desesperación se volvía insoportable. La joven avanzó unos pasos en dirección al bosque y se sentó sobre una piedra. Entonces la tensión del momento pudo con ella y rompió a llorar. Su triste llanto se mezclaba con el lejano y plañidero aullido de los lobos que sorprendentemente se interrumpió de pronto. Poco tardó en darse cuenta que no habían sido sus lloros lo que había acallado a los feroces animales si no más bien un extraño sonido que retumbaba a lo lejos. Dora dejó de llorar, agudizó momentáneamente su oído y avanzando unos pasos salió nuevamente al camino, observando para su sorpresa que aquel creciente ronroneo provenía ni más ni menos que de un viejo camión que avanzaba a lo lejos montaña arriba. La joven corrió a esconderse tras unos matorrales ya que el vehículo no tardaría mucho en llegar. El frío había entumecido sus músculos y hacía que sus movimientos fuesen torpes y lentos pero aún así logró guarecerse del peligro con cierta audacia y aguardó expectante y algo asustada.

El camión no tardó mucho en llegar pasando justo delante de donde Dora estaba escondida, deteniéndose después delante del Edificio. Transcurrieron unos segundos tan sólo antes de que la inmensa pared posterior del laboratorio comenzase a ascender haciendo un ruido ensordecedor. El gigantesco bloque de piedra se abrió lo suficiente para que el destartalado camión penetrase a través del hueco que había dejado. Dora no vaciló un momento, esta era su oportunidad y la aprovecharía. Avanzó rápidamente en dirección a la parte trasera del camión cubierta tan sólo por una lona gastada y hecha jirones y efectuando un ágil salto, trepó a la parte trasera el mismo con la audacia y la valentía inconscientes de alguien que poco tiene que perder. Una vez en su interior, la joven observó que el vehículo estaba lleno de cajas de madera sin ningún letrero ni inscripción que detallase su contenido o su procedencia. Una incógnita más para una noche en la que el misterio ya se había convertido en una constante y el peligro acechaba en cada esquina. Qué contendrían aquellas misteriosas cajas pensó Dora mientras se agazapaba tras una de ellas para evitar ser descubierta en caso de que alguien destapase la lona. Transcurrieron unos segundos tras los cuales el camión arrancó internándose lentamente en aquel lugar. El vehículo avanzó tan sólo unos metros antes de detenerse completamente. Dora, en su interior temía que poco después tuviese lugar la descarga del camión y entonces la descubrieran por lo que salió rápidamente y se ocultó tras un montón de cajas de madera que se apilaban desordenadamente a un lado del destartalado vehículo. El motor se apagó al fin y dos individuos salieron de su interior.

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